Cansancio crónico: señales para detectar si se debe a la falta de nutrientes clave

El cansancio persistente afecta cada vez a más personas y lleva a los especialistas en salud a analizar la influencia de las deficiencias de micronutrientes en el bienestar diario.

Los médicos reconocen la aparición de un fenómeno conocido como TATT, del acrónimo en inglés tired all the time (cansado todo el tiempo), en el que la alimentación puede jugar un papel determinante para mantener la energía y prevenir enfermedades.

La necesidad de equilibrar el consumo de macronutrientes y micronutrientes aparece como un factor central para la salud, ya que existe evidencia de que la carencia de ciertos elementos esenciales puede provocar agotamiento, disminución en la función inmunológica y otras alteraciones relevantes.

De acuerdo con un artículo reciente de The Telegraph, los expertos subrayan que los micronutrientes, a pesar de requerirse en cantidades mucho menores respecto de los macronutrientes, son indispensables para procesos biológicos cruciales. Una alimentación que no cubra los requerimientos de vitaminas y minerales puede afectar la energía, el sistema inmune y, en casos extremos, contribuir al desarrollo de enfermedades graves.

Los micronutrientes que más impactan la energía y la salud

La vitamina D destaca entre los nutrientes cuya falta se vincula directamente al cansancio, los dolores musculares y la fragilidad ósea. Según la dietista británica Sophie Medlin, una deficiencia de este nutriente también se asocia con un sistema inmune debilitado, fatiga y trastornos del ánimo. La exposición diaria al sol cubre gran parte de la necesidad de este nutriente; no obstante, quienes pasan poco tiempo al aire libre o tienen piel oscura pueden necesitar suplementación.

El déficit de hierro figura como una de las causas más frecuentes de fatiga. Los primeros indicios de insuficiencia incluyen falta de aire y debilidad física. El hierro es imprescindible para la producción de glóbulos rojos y el transporte de oxígeno. Las mujeres en edad fértil, personas con sangrados o quienes siguen dietas vegetarianas, muestran mayor predisposición a la anemia.

El magnesio participa en más de 300 procesos corporales y ayuda a convertir los alimentos en energía. Su ausencia se traduce en calambres musculares, alteraciones del sueño, cambios de humor e hipertensión.

Otros minerales esenciales como el selenio y el zinc también tienen influencia directa sobre el sistema inmune y la actividad antioxidante. Su carencia puede afectar la memoria, la cicatrización y aumentar riesgos de enfermedades degenerativas.

Entre las vitaminas A y C, la primera es clave para la visión y la piel, mientras que la segunda favorece la producción de colágeno y potencia la absorción de hierro.

En cuanto al calcio, la exclusión de lácteos representa un factor de riesgo para fatiga, uñas quebradizas y mayor predisposición a la osteoporosis.

Envejecimiento y nuevos desafíos nutricionales

El paso de los años afecta la capacidad del organismo para asimilar vitamina D, B12, calcio y omega-3. Tras los 60, la síntesis de vitamina D por la piel disminuye, al igual que la absorción intestinal y la producción de ácido gástrico, lo que limita la captación de nutrientes esenciales. Esto incrementa el riesgo de fracturas, deterioro cognitivo y enfermedades cardiovasculares.

Datos recientes señalan que cerca del 50% de los adultos mayores de 60 años presentan déficit de vitamina D. También se observa una reducción en la absorción de B12, nutriente clave para la producción de glóbulos rojos y la función neuronal.

Estrategias para optimizar la ingesta de micronutrientes

Los especialistas coinciden en que una dieta variada y equilibrada constituye la principal vía para cubrir los requerimientos diarios. Recomiendan consultar a un profesional de la salud antes de utilizar suplementos, ya que el exceso de ciertas vitaminas o minerales puede acarrear efectos indeseados.

En caso de síntomas persistentes de cansancio o ante la presencia de factores de riesgo, los médicos pueden solicitar pruebas para detectar posibles déficits nutricionales. Los kits caseros de evaluación pueden aportar datos preliminares, pero siempre deben confirmarse con análisis clínicos.

El mantenimiento de la salud nutricional se complementa con ejercicio regular, hidratación adecuada y vínculos sociales, acciones que, junto con una dieta rica en micronutrientes, aportan beneficios adicionales para el bienestar a cualquier edad.