Hay duetos que suenan, y hay otros que vibran. Cuando Alejandro Sanz y Shakira se cruzan, no sólo comparten notas: comparten una historia de complicidad creativa que ya es parte del pop hispano. Su nueva colaboración, “Bésame”, no es una canción más: es una cápsula de tiempo, un reencuentro, una pregunta con ritmo.
Ensayar el amor
El videoclip oficial, lanzado el 29 de mayo de 2025, fue grabado durante los ensayos del primer concierto de la gira estadounidense de Shakira, en Charlotte. Pero lejos de la espectacularidad de un show en vivo, el video apuesta por lo íntimo. Lo dirige Jaume de Laiguana, un viejo cómplice visual de ambos artistas, que prefiere las miradas a los efectos especiales y las pausas al artificio.
En cámara lenta y con planos cerrados, el video capta no sólo la canción, sino lo que la rodea: gestos, risas, la tensión suave de dos artistas que se conocen bien y no necesitan sobreactuar el reencuentro. Hay algo de documental casero y algo de película romántica europea: lo justo para no empalagar.
¿Y ahora qué?
“Bésame” forma parte del EP ¿Y ahora qué?, el nuevo proyecto de Alejandro Sanz. Un título que parece surgir de un suspiro existencial más que de una estrategia de marketing. Según el propio Sanz, está dedicado a los curiosos, a los luchadores, a los que no se conforman con lo que hay. En otras palabras: a todos los que han amado alguna vez y, después del amor, se han quedado preguntando —literalmente— ¿y ahora qué?
La canción con Shakira no responde la pregunta. Pero la canta. Y eso ya es bastante.
Una complicidad que no se agota
Alejandro y Shakira ya habían demostrado en La Tortura (2005) que juntos pueden incendiar listas de éxitos. Pero “Bésame” es otra cosa. Menos tribal, más melancólica. No hay promesas en la letra, sino susurros con fecha de vencimiento. No hay gritos, sino cercanías que se intuyen frágiles.
Y, sin embargo, ahí están, otra vez juntos, como dos antiguos amantes que se saludan en la puerta de un aeropuerto. Con afecto, con arte, con esa mezcla de oficio y emoción que sólo se da entre quienes ya se han dicho mucho… y aún tienen algo que decirse.
El videoclip como artefacto emocional
Lo poderoso del videoclip no es su producción (sencilla), ni su puesta en escena (minimalista), sino su valor simbólico: el registro de un instante compartido. En una época donde los estrenos son fuegos artificiales y las canciones duran menos que un café frío, “Bésame” propone algo distinto: un reencuentro lento, filmado como si el tiempo también tuviera algo que decir.
Y en ese “bésame” que se canta, tal vez se esconde el mayor gesto de resistencia en un mundo saturado: pedir un poco de intimidad, aunque sea durante tres minutos y medio.