En la era del hiperconsumo y la hiperconexión digital, lo que más escasea no es el Wi-Fi… sino el contacto humano. Y en China, esta carencia emocional se está convirtiendo en un nuevo negocio insólito (y profundamente simbólico): pagar por un abrazo.

Sí, leíste bien. No es una metáfora ni un servicio metafísico: mujeres jóvenes pagan entre 3 y 7 dólares por abrazar durante unos minutos a desconocidos atractivos —preferentemente musculosos pero amables, varoniles pero suaves— en estaciones de metro, parques y centros comerciales.
📲 El fenómeno explota en redes, con reseñas más intensas que una cita de Tinder:
“Estaba triste por romper la dieta, y terminé en los brazos de un posgradista que olía a lavanda.”
“Después de 3 horas extra de trabajo, un abrazo de 3 minutos me salvó el día.”
🤝 ¿Qué se compra cuando se paga por un abrazo?
Lo curioso no es solo el acto en sí, sino la lógica emocional detrás. Muchas de estas mujeres aseguran que pagar por el abrazo les permite establecer límites claros: no hay compromiso, no hay chantaje emocional, no hay expectativa. Solo consuelo. Por tiempo limitado.
Como explica Zhou, un joven profesional del abrazo (que ya ganó más de 240 dólares con sus bíceps empáticos):
“Maquillaje, perfume, peinado: todo importa. Pero lo que más valoran es la sensación de ser escuchadas… sin consecuencias.”
Y si esto suena extraño, esperá: también hay clientes hombres que piden mujeres altas, atléticas, con energía materna o voz calmante. Porque el estrés es universal, pero cada quien tiene su tipo de “abrazo ideal”.

🌍 ¿Una rareza china? Para nada
En Polonia, los salones de abrazos se volvieron tendencia entre personas de 40 a 60 años que buscan combatir la soledad. En Japón, existen los “cafés del cariño”, donde podés pagar por que alguien te escuche sin juzgarte. Y en EE.UU., terapeutas del contacto físico ofrecen sesiones en consultorios ambientados como spas emocionales.
La conclusión es clara: el cuerpo habla lo que las palabras evitan, y el capitalismo encontró cómo facturar hasta el consuelo.
💭 ¿Ternura alquilada o síntoma social?
Lo que podría parecer una excentricidad asiática, en realidad revela una angustia global disfrazada de tendencia.
Vivimos rodeados de gente, y al mismo tiempo, más aislados que nunca. El abrazo, esa acción primitiva y poderosa, se ha vuelto un servicio de lujo… y eso debería preocuparnos más que entretenernos.
Porque si pagar por afecto se vuelve la norma, tal vez el verdadero problema no esté en el abrazo —sino en por qué nadie lo ofrece gratis.