“No solo no hubiéramos sido nada sin ustedes sino con toda la gente que estuvo a nuestro alrededor, desde el comienzo. Algunos siguen hasta hoy. ¡Gracias… totales!”.
Con esas palabras Gustavo Cerati le ponía fin al último concierto de Soda Stereo, que se retiró a lo grande: más de 60.000 personas colmaron el estadio de River la noche del 20 de septiembre de 1997. En 2007, exactamente diez años después, el trío volvería en Museum para presentar la gira Me verás volver. Pero esa es otra historia.
Regresemos a 1997. Con la decisión consumada, la banda anunciaba la separación y su líder publicaba una sentida carta dirigida a sus fans, en el suplemento Sí.
Estas líneas surgen de lo que he percibido estos días en la calle, en los fans que se me acercan, en la gente que me rodea, y en mi propia experiencia personal. Comparto la tristeza que genera en muchos la noticia de nuestra disolución. Yo mismo estoy sumergido en ese estado porque pocas cosas han sido tan importantes y gratificantes en mi vida como Soda Stereo.
Cualquiera sabe que es virtualmente imposible llevar adelante un grupo sin cierto nivel de conflicto. Es un frágil equilibrio en la pugna de ideas que muy pocos consiguen conservar por espacio de 15 años y hacer de ello una cadena de hechos artísticos relevantes para la gente, como nosotros orgullosamente hicimos.
Pero, últimamente, diferentes desentendimientos personales y musicales fueron creando un nudo de tensión emocional que empezó a comprometer ese equilibrio. Ahí mismo se generan excusas para no tocar, excusas para no enfrentarnos, excusas para no crear, excusas finalmente para un futuro grupal en que ya no creemos como hacíamos en el pasado.
Cortar por lo sano es, valga la redundancia, hacer valer nuestra salud mental por sobre todo y, también, una muestra de respeto hacia el público que nos sigue y nos siguió todo este tiempo. Me gustaría aclarar, además, que este estado nada tiene que ver con mis viajes frecuentes a Chile (yo estoy radicado aquí, en mi país, y es aquí donde pretendo recorrer mi futuro como lo hice siempre) ni con los esporádicos proyectos musicales que haya realizado al margen de Soda.
Esta decisión ha nacido del interior del grupo y desde ahí también se genera una “nueva” excusa para volver a encontrarnos por última vez: la música, que es la que mejor habla y hablará por nosotros. Un fuerte abrazo & hasta pronto.
Soda Stereo inició su gira despedida el 30 de agosto de 1997 en Ciudad de México, donde tocó también el 31 de ese mes. El 2 de septiembre se presentó en Monterrey, el 6 en Caracas, y el 13 en Santiago de Chile.
El 20 de septiembre de 1997 el trío se disponía a hacer su último recital, se preparaba a cerrar una etapa de éxitos, de viajes interminables por todo el continente, de estadios llenos y de una popularidad como muy pocos grupos de rock tuvieron en esta parte del mundo.
El concierto empezó pasadas las 22:30. A esa altura, las tres bandas soporte -Tumbas, Avant Press y los Santos Inocentes- ya habían hecho su trabajo, en la cancha no cabía un alfiler y solo faltaba el plato fuerte de la noche: la aparición de Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti arriba del escenario.
A las 22:35 se apagaron las luces y sólo los flashes de las cámaras de los fotógrafos dejaban ver la silueta de Cerati, quien tomó el micrófono y dijo: “Hola… Llegó la hora, el minuto, segundo, instante. Supongo que tienen sed. Soda Stereo, Buenos Aires, Argentina”. En ese momento sonaron los primeros acordes de “En la ciudad de la furia” y se desató la fiesta.
El concierto tuvo 27 temas y contó con la presencia de Andrea Álvarez, quien subió al escenario para “Lo Que Sangra (La Cúpula)”; Richard Coleman, quien fue el invitado para hacer “Sobredosis de TV”; y Fabián El Zorrito Von Quintiero, quien tocó en “Persiana Americana”.
“De Música Ligera”, ese tema que los hizo megaconocidos, fue el elegido para finalizar el recital y, sobre el cierre del mismo, Cerati pronunció esa frase que se recordará por siempre pese al paso de los años: ¡Gracias totales!