Por qué seguimos extrañando a quien nos hizo daño: las claves psicológicas detrás de una nostalgia dolorosa

Sentir nostalgia por personas que dejaron una huella dolorosa puede resultar desconcertante, incluso para quienes lo experimentan. Muchas personas, aun siendo conscientes del daño recibido, continúan evocando a quienes les causaron sufrimiento y se preguntan si ese sentimiento es, de algún modo, compartido.

Un análisis publicado en Forbes por el psicólogo Mark Travers reunió diversas investigaciones que explican los mecanismos psicológicos detrás de este fenómeno. Según el especialista, estos procesos se organizan en tres ejes principales: el vínculo por trauma, el refuerzo intermitente y la idealización de la pareja.


🔗 Vínculo por trauma: cuando el daño y el consuelo vienen de la misma persona

El primer eje identificado por Travers es el vínculo por trauma, una dinámica relacional en la que episodios de dolor emocional se alternan con breves momentos de afecto, reconciliación o calma. En estos casos, tanto el daño como el alivio provienen de la misma persona, lo que genera un apego intenso y profundamente confuso.

Investigaciones publicadas en el Journal of Social and Personal Relationships señalan que este ciclo puede llevar al sistema nervioso a asociar a la pareja tanto con amenaza como con seguridad. El apego, en este contexto, se desarrolla por condicionamiento emocional, no por compatibilidad ni afecto genuino.

Este tipo de vínculo no requiere violencia física. Puede surgir en relaciones marcadas por la inestabilidad emocional, la imprevisibilidad y los cambios abruptos de trato. La mente retiene los momentos de calma como refugio, lo que refuerza el lazo incluso frente al sufrimiento sostenido.

Extrañar a alguien tras una relación destructiva no siempre implica añorar a la persona, sino que muchas veces refleja la profundidad de la herida emocional generada por el trauma.


🎲 Refuerzo intermitente: el poder de la recompensa impredecible

El segundo mecanismo es el refuerzo intermitente, un patrón en el que las muestras de cariño o cercanía aparecen de forma esporádica e imprevisible. Según estudios citados por Travers en Nordic Psychology, este sistema es particularmente eficaz para sostener el apego emocional.

En estas relaciones, los períodos de afecto se alternan con largos intervalos de distancia, conflicto o vacío emocional. El cerebro reacciona de manera similar a lo que ocurre en la adicción al juego: la imprevisibilidad de la recompensa intensifica el deseo y la expectativa.

Así, los escasos “momentos buenos” adquieren un valor desproporcionado y terminan magnificándose en la memoria. Incluso después de finalizada la relación, la persona puede seguir buscando esa “descarga emocional”, alimentando la nostalgia y reforzando el apego al recuerdo.


💭 Idealización de la pareja: cuando la mente rellena vacíos con fantasías

El tercer eje es la idealización, un proceso mediante el cual el duelo empuja a construir una imagen excesivamente positiva de la relación y de la persona perdida.

Según una revisión publicada en el Journal of Family Theory & Review, la mente tiende a suavizar defectos, exagerar virtudes y llenar los vacíos emocionales con fantasías. De este modo, el apego se centra más en lo que pudo haber sido que en lo que realmente fue.

En muchos casos, el dolor no proviene de la pérdida concreta de la persona, sino del duelo por un futuro imaginado que nunca llegó a existir. La idealización funciona como un intento del cerebro de aliviar el vacío emocional, aun cuando perpetúe el sufrimiento.


🧩 El verdadero desafío: soltar lo que nunca fue

Las investigaciones citadas por Travers coinciden en un punto clave: extrañar a quien hizo daño no significa haber perdido una relación valiosa, sino enfrentar la dificultad de abandonar ilusiones y narrativas personales que no se concretaron.

El verdadero duelo, señala el psicólogo, consiste en aceptar esa pérdida simbólica y construir un futuro distinto, reconociendo que aquello que se añora, en muchos casos, nunca fue real.