Kirill Tereshin, conocido mundialmente como el “Popeye ruso” por el tamaño exagerado de sus bíceps, atraviesa el peor momento de su vida. El joven de 29 años, luchador y fisicoculturista, enfrenta la posibilidad de que le amputen los dos brazos debido a una infección grave provocada por inyecciones de synthol y otras sustancias que utilizó durante años para aumentar artificialmente el volumen de sus músculos.
Tereshin se volvió viral en 2017 cuando mostró en redes sociales sus brazos desproporcionados, producto de inyectarse grandes cantidades de aceite y vaselina. Aunque la estética lo convirtió en un fenómeno de internet y en un personaje popular, el costo para su salud fue devastador: su bíceps llegó a “estallar” literalmente, generando un agujero y necrosis en el tejido.
Los médicos que actualmente lo atienden aseguran que la única manera de salvarle la vida podría ser amputar ambos brazos. La infección es profunda y persistente, y para intentar conservar las extremidades se necesitaría la intervención de múltiples especialistas —cirujanos vasculares, plásticos y reconstructivos—, además de injertos de piel que por el momento no pueden realizarse debido al estado infeccioso.
El propio Tereshin reconoció que se arrepiente de las decisiones que tomó: “Cometí una estupidez y la sigo pagando”, declaró.
El uso prolongado de synthol generó en él fibrosis progresiva, necrosis y rechazo del organismo. Aunque en 2019 pasó por una cirugía para remover parte del tejido dañado, el deterioro continuó. La amenaza de amputación, o incluso de muerte, es una posibilidad concreta.
La historia de Tereshin también quedó marcada por su breve paso por distintas disciplinas de combate. En 2021 sufrió un accidente impactante cuando, durante un combate de artes marciales mixtas, se le reventó parte del bíceps izquierdo en plena pelea. A lo largo de los años participó también en torneos de bofetadas y desafíos virales, que aumentaron su exposición pero agravaron su estado físico.
A los 20 años, Kirill había comenzado a inyectarse una mezcla compuesta en un 85% por aceite, 7,5% por lidocaína y 7,5% por alcohol, la fórmula típica del synthol. Esta sustancia no aumenta la fuerza ni la capacidad muscular, solo deforma la zona inyectada y puede generar daños irreversibles, como los que hoy enfrenta.
No es la primera vez que su vida corrió peligro debido a estas modificaciones corporales. Ya fue operado varias veces para evitar amputaciones, y en estas intervenciones los médicos lograron retirar parte del aceite, músculo muerto y tejido afectado. Sin embargo, el deterioro continúa avanzando.
La historia del “Popeye ruso” —un caso extremo de los riesgos de alterar el cuerpo con sustancias peligrosas— vuelve a poner en debate los límites de las modificaciones físicas, la presión estética, y el impacto de las redes sociales en la búsqueda de notoriedad a cualquier costo.
