El arte conceptual dio un giro insólito. El artista italiano Salvatore Garau logró vender una escultura invisible por 15 mil euros (unos 18.300 dólares). La pieza, titulada Io Sono (“Yo soy”), no se puede ver ni tocar, pero su comprador debe disponer de una sala de 150 x 150 cm para exhibirla como si fuera el David de Miguel Ángel.

🏛️ La venta se realizó a través de la casa de subastas Art-Rite, donde el catálogo simplemente mostró un recuadro en blanco. El único objeto físico que respalda esta obra es un certificado de autenticidad. Ni luces, ni temperatura controlada: lo invisible no necesita clima ni reflectores, solo espacio y… fe.
👁️🗨️ “Lo que vendí no es nada: es un vacío. Y el vacío está lleno de energía”, explicó Garau, recurriendo incluso al principio de incertidumbre de Heisenberg para justificar su creación. Según él, este vacío tiene peso, forma, y se transforma con el pensamiento del espectador. O sea, arte cuántico… pero sin partículas.
🧘♂️ Esta no es su primera escultura invisible. En febrero, Garau “exhibió” Buda en contemplación en la Plaza de la Scala, en Milán. Allí, los curiosos contemplaban un espacio sin objeto, pero lleno de intención. ¿Acto poético o tomadura de pelo?

🎨 Esta tendencia recuerda a otras obras provocadoras, como la banana pegada a la pared por Maurizio Cattelan —también italiano— que fue vendida en 12 mil dólares… y luego devorada por un artista en plena galería, dejando al mundo sin merienda y sin arte.
🔥 El debate sobre qué es arte y qué no lo es vuelve a encenderse. ¿Estamos ante una estafa disfrazada de genio o frente a una obra que desafía nuestros sentidos?
🔍 Curiosidad que pocos conocen:
Albert Einstein una vez dijo que “el vacío no está realmente vacío”. En física cuántica, el vacío contiene partículas virtuales que aparecen y desaparecen constantemente. Así que, si comprás una escultura invisible, quizás también estés pagando por un festival subatómico de alta cultura.
