Dormir bien cumple un papel decisivo en la maduración cerebral y emocional, especialmente durante la adolescencia.
Un estudio de la Universidad de Georgia, publicado en la revista Brain and Behavior, observó que los adolescentes que duermen menos de 7,5 horas diarias presentan alteraciones en la conectividad cerebral que afectan regiones vinculadas a la toma de decisiones, el autocontrol y el manejo emocional.
Estas disrupciones pueden derivar en conductas impulsivas, reacciones agresivas y dificultades de regulación emocional, efectos que se intensifican en contextos de vulnerabilidad social o familiar.
¿Dormir más el fin de semana compensa?
Frente al ritmo de vida acelerado, muchos jóvenes intentan “recuperar horas” de sueño los fines de semana.
Sin embargo, investigadores de la Universidad de Kentucky advirtieron que este método solo ofrece un alivio parcial. Dormir un par de horas extra puede mejorar el ánimo y la concentración, pero no revierte los efectos negativos acumulados por la falta de descanso.
Dormir más de nueve horas, por otro lado, tampoco aporta beneficios adicionales y puede incluso favorecer la somnolencia diurna o la aparición de síntomas depresivos.
El neurólogo Subhendu Rath lo resumió así: “La salud y el bienestar dependen de una rutina constante y suficiente de descanso, no de compensaciones ocasionales”.
Privación de sueño y consecuencias cognitivas
Lejos de ser un hábito inofensivo, la privación de sueño altera el metabolismo celular del cerebro.
Así lo confirmó un equipo de la Universidad de Saint Joseph (EE. UU.), en un estudio publicado en Science Signaling.
Los investigadores descubrieron que, durante el insomnio prolongado, las neuronas priorizan la obtención de energía por sobre otras funciones, lo que afecta la formación de nuevas conexiones sinápticas y la consolidación de la memoria.
Este patrón metabólico se asemeja al observado en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, lo que subraya la importancia de un descanso adecuado para preservar la salud cognitiva a largo plazo.
Una advertencia para el futuro
La investigación conjunta sugiere que los efectos del mal sueño van más allá del estado de ánimo o el rendimiento escolar: comprometen procesos biológicos profundos relacionados con el estrés, la inflamación y la función cerebral.
Detectar a tiempo los síntomas —como el ronquido o la fatiga constante— y adoptar estrategias de prevención puede marcar la diferencia en la salud física, mental y emocional de las próximas generaciones.
