En los últimos años, diversas ciudades del mundo registraron un crecimiento acelerado de sus poblaciones de ratas. El motivo se vincula tanto a cambios medioambientales como a los hábitos cotidianos de los habitantes urbanos. En muchos hogares, el hallazgo de rastros y daños producidos por ratas dejó de ser inusual y genera preocupación por la salud y el bienestar familiar.
Un estudio publicado en Science Advances, a comienzos de año, analizó los registros de infestaciones y condiciones ambientales de 16 ciudades a lo largo de más de una década. Los resultados fueron tajantes: en 11 de ellas la actividad y el número de ratas aumentaron de manera significativa.
La empresa Cleankill, especializada en control de plagas, detectó un incremento del 20% en su actividad vinculada a ratas durante los últimos dos años en el sur de Inglaterra. Clive Bury, fundador de la empresa, afirmó que el fenómeno no es exclusivo de una ciudad, ya que la Asociación Británica de Control de Plagas (BPCA) informó que más de la mitad de los servicios de control recibieron más llamados por presencia de ratas desde 2019.
De acuerdo con datos recopilados por la empresa Drain Detectives, difundidos por BBC, desde 2023 hasta mediados de este año, se reportaron más de medio millón de casos de infestación a los ayuntamientos del Reino Unido.
Las poblaciones estimadas oscilan entre 10 y 120 millones de estos roedores en ese país. Sin embargo, grandes ciudades de Estados Unidos, como Washington D. C., San Francisco y Nueva York, también experimentaron repuntes similares, situación replicada en urbes de Canadá y Países Bajos.
El aumento de la presencia de ratas genera riesgos directos para la salud. De acuerdo con expertos citados por BBC, estos animales, aun en ambientes limpios, suelen desplazarse por alcantarillas y contenedores de residuos, lo que les permite transmitir enfermedades graves. Entre ellas se destaca la leptospirosis, que se contagia mediante la orina de rata, y el hantavirus, cuyo contagio es posible al inhalar partículas de excremento seco.
Bobby Corrigan, especialista en el estudio del comportamiento de ratas en entornos urbanos, explicó que la expansión de estas especies responde a varios factores. Entre los más relevantes se encuentra la disponibilidad constante de residuos de alimentos, que muchas veces se originan en hábitos de consumo asociados a la comida rápida. Además, la recolección poco frecuente de basura municipal y las obras que afectan los sistemas de alcantarillado dificultan el control.
De acuerdo con la BPCA, la urbanización creciente, el desarrollo de infraestructuras y las modificaciones en la gestión de residuos favorecen el acceso de las ratas a fuentes de alimento y refugio. A esto se suma un aspecto climático crucial.
La investigación realizada por Corrigan y la Universidad de Richmond demostró que el alza de temperaturas correlaciona con aumentos significativos en la actividad y población de ratas. Entre las ciudades más afectadas: Washington D. C. registró un incremento del 400 %, San Francisco del 300 %, Toronto del 180 % y Nueva York del 160 %.
El aumento de temperaturas deriva de la capacidad de las ratas para mantenerse activas durante inviernos menos severos. La urbanización exacerba el fenómeno por el efecto “isla de calor”, donde el asfalto y las construcciones retienen temperaturas superiores en comparación con áreas rurales.
Según Climate Action Tracker, las proyecciones indican que el calentamiento global podría elevar las temperaturas entre 1,9℃ y 2,7℃ por encima de los valores preindustriales para el año 2100.
La reproducción acelerada de las ratas multiplica el problema. Un solo par de ratas puede dar lugar a más de 1.000 crías en un año, según investigadores. Esto se complica en entornos urbanos densos y calurosos, donde la disponibilidad de escondites y residuos resulta elevada.
Steven Belmain, profesor de Ecología en la Universidad de Greenwich, advirtió que las ratas presentan conductas “neofóbicas”, lo que dificulta la efectividad de los venenos comunes, ya que prueban poco de los alimentos nuevos y suelen evitar riesgos.
El doctor Alan Buckle, de la Universidad de Reading, reveló que los métodos tradicionales para exterminarlas, como los fármacos anticoagulantes, se volvieron menos eficaces. Las ratas desarrollaron mutaciones genéticas que las vuelven resistentes, sumado a que estos métodos causan sufrimiento prolongado y plantean dilemas éticos.
Ante la falta de resultados sostenibles en la erradicación con venenos, en ciudades como Nueva York las autoridades optaron por planes educativos y medidas preventivas, en vez de depender solo de los métodos químicos. De acuerdo con Kathleen Corradi, antigua responsable del control de ratas en la ciudad, las campañas se centran en enseñar a la población buenas prácticas: reducir al mínimo residuos al aire libre y almacenar basura en recipientes a prueba de roedores. Se implementó un sistema de inspección y aplicación de multas para casos de incumplimiento, con el objetivo de cortar la principal fuente de alimento de estos animales.
Expertos y controladores de plagas insisten en la dificultad de controlar grandes infestaciones solo con venenos. La abundancia de restos de comida y residuos mal gestionados alimenta el crecimiento constante de las poblaciones urbanas. Según los especialistas, la densidad de personas en las ciudades seguirá en aumento. La Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido proyectó que la cantidad de habitantes crecerá de 67,6 millones en 2022 a 72,5 millones en 2032, lo que puede favorecer la expansión del problema.