Con una visible pérdida de más de diez kilos y una rutina que combina sencillez con constancia, Morgan Freeman se convirtió en un referente del autocuidado a los 88 años. Lejos de fórmulas mágicas, el actor sostiene que la clave está en la disciplina: comer lo justo, ejercitarse de manera adaptada y mantener hábitos sostenibles que acompañen los desafíos de la edad.
El intérprete de Todopoderoso apuesta a una alimentación simple y ligera, basada en ingredientes frescos y porciones pequeñas. “Yo como lo menos que puedo. Si existiera una pastilla, solo tomaría la pastilla”, confesó en diálogo con Today, donde explicó que complementa su dieta con suplementos y un trago antioxidante. Entre sus elecciones habituales aparecen platos cotidianos como arroz con okra o ensalada caribeña, siempre priorizando la funcionalidad por sobre la abundancia.
La rutina física de Freeman también se adaptó a su realidad. Tras un accidente automovilístico que limitó el uso de su brazo y su mano, incorporó actividades de bajo impacto: caminatas, golf y trabajo en el campo en Charleston, Mississippi. La vida rural le permitió conectar con la naturaleza, dedicarse a la apicultura y sostener el movimiento diario como parte de su disciplina.
El actor organiza su día con horarios firmes: lectura y proyectos personales por la mañana, y ajedrez o descanso activo por la tarde. Bajo la premisa de que “ejercicio y alimentación son parte de la disciplina”, Freeman evita excesos, mantiene constancia y busca el equilibrio entre lo físico, lo intelectual y lo recreativo.
“Me gusta comer, pero no vivo para comer”, repite como mantra. Ese enfoque lo llevó a sostener un estilo de vida equilibrado, en el que el placer cotidiano no se mide por la ostentación sino por la serenidad de la rutina. La experiencia de Freeman confirma que, incluso a los 88 años, la disciplina y la moderación pueden ser las mejores aliadas de la vitalidad.