En el corazón de la Nebulosa de la Mariposa (NGC 6302), situada a unos 3400 años luz, los científicos observaron un fenómeno que cambia la manera en que entendemos la vida y la muerte de las estrellas: a partir de sus restos se están formando granos de polvo estelar que podrían transformarse en nuevos planetas.
El descubrimiento, publicado en Oxford Academic por el equipo del astrónomo Mikako Matsuura (Universidad de Cardiff), se logró gracias a la sensibilidad del Telescopio Espacial James Webb (JWST) y a observaciones complementarias del radiotelescopio ALMA.
La imagen del JWST mostró con detalle el toroide central de polvo de la nebulosa, donde se identificaron cristales de cuarzo y silicatos de gran tamaño, similares a los que aparecen en discos de formación planetaria alrededor de estrellas jóvenes. Esto constituye la primera evidencia de que incluso el violento final de una estrella puede sembrar la materia prima de nuevos mundos.
Además, el espectro reveló más de 200 líneas moleculares e ionizadas, incluyendo hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), compuestos orgánicos fundamentales en la química prebiótica de la vida. Su hallazgo en este entorno sugiere que los funerales estelares también producen moléculas clave para la futura aparición de vida.
La estructura de la nebulosa mostró un patrón de erupciones sucesivas, en lugar de un flujo uniforme, lo que generó microambientes propicios para diferentes reacciones químicas. En palabras de Matsuura: “Este descubrimiento es un gran paso adelante en la comprensión de cómo se unen los materiales básicos de los planetas”.
El hallazgo refuerza la visión de que los restos estelares son auténticos recicladores cósmicos: las estrellas no solo iluminan el universo durante su vida, también lo enriquecen con los elementos necesarios al morir. Los granos de cuarzo, los HAP y las partículas de silicato de la Nebulosa de la Mariposa viajarán por el espacio interestelar, listos para integrarse en futuras nubes de gas y polvo, y quizá, dar origen a nuevos sistemas planetarios.
Así, el final de una estrella no es el cierre de una historia, sino el prólogo de muchas más: la semilla de planetas que algún día podrían albergar vida.