🍨 A simple vista, la heladería de Estibaliz Carranza en Viena olía a vainilla y azúcar. Nadie sospechaba que en su sótano se escondía uno de los crímenes más macabros de la historia reciente de Austria.
💀 Estibaliz, una mujer nacida en México y criada en Barcelona, ocultó durante años los cuerpos desmembrados de su marido y su amante. Ambos fueron asesinados con el mismo método, y sus restos estaban envueltos en film, sellados con cemento y escondidos junto al motor del congelador industrial del local.

🕵️♂️ El hallazgo fue casual: obreros que trabajaban en una reforma denunciaron un olor insoportable. La policía, al excavar, encontró las pruebas del horror. Estibaliz, apodada por la prensa como “la asesina del helado”, había mantenido una vida aparentemente normal mientras escondía una tragedia brutal bajo sus pies.
📚 Desde la prisión, la asesina escribió un libro titulado Mi vida, mi verdad, en el que intenta explicar sus acciones a través del trauma, el abandono emocional y el aislamiento afectivo que la marcaron desde la infancia.
🇲🇽 “Papá era perfeccionista, mamá se desvivía por agradarlo. Yo solo quería ser vista”, relata en su testimonio. La necesidad de aprobación la llevó a relaciones tóxicas y controladoras, primero con su marido Manfred Hinterberger, y luego con Holger Holz, su amante. Ambos hombres terminaron asesinados en circunstancias similares: un disparo mientras dormían, desmembramiento y entierro improvisado en el sótano.

🧠 Los informes psiquiátricos hablaron de una personalidad límite, con rasgos de sumisión, dependencia afectiva y episodios de furia incontrolable. Carranza alternaba entre la gestión eficiente de su heladería y cursos de autoayuda, mientras los cuerpos reposaban ocultos bajo capas de cemento.
🚔 Fue condenada a cadena perpetua y recluida en una prisión especial para mujeres con trastornos mentales graves. Durante el juicio, mostró arrepentimiento pero también distancia emocional. “Nunca me sentí tan separada del mundo”, confesó.
📌 Curiosidad escalofriante: Estibaliz Carranza es una de las pocas mujeres en Austria condenadas a cadena perpetua en una cárcel psiquiátrica, y su caso provocó reformas en la evaluación mental de detenidos con antecedentes de abuso emocional o trastornos de la personalidad. Su heladería, tras el cierre, fue demolida: ningún comerciante quiso volver a alquilar el local donde se escondió el crimen tras el sabor a crema.