🍷 La combinación entre vino y gastronomía no solo puede potenciar los sabores, sino también evocar memorias, paisajes y saberes transmitidos de generación en generación. En Mendoza, chefs y enólogos tejen un relato común donde la materia prima, el clima y el entorno se integran con sensibilidad, técnica y respeto por lo simple.
🌄 Edward Holloway, chef irlandés que encontró en la cocina mendocina una nueva manera de habitar lo culinario, lo explica así: “Mendoza me enseñó otra forma de hacer: más conectada con el momento, con la gente”. Su restaurante El Capricho, junto al reconocido enólogo Karim Mussi y el chef Sebastián Cardamoni, es una síntesis de esa visión: platos que acompañan al vino, no lo eclipsan, y una experiencia que fluye sin solemnidades.
🧑🍳 Mussi, por su parte, resalta el valor de la naturalidad: “Alcanzar una armonía auténtica, donde la comida no resulte pretenciosa. Donde todo se integre con naturalidad: el entorno, el servicio, la estética”. Para Cardamoni, la clave está en cocinar con sentido y dejar que el entorno marque el ritmo. “No podés cocinar en este lugar sin tomarlo en cuenta. Queremos que la gente se sienta cómoda, que conecte desde un lugar real”.
🎨 El vino y la cocina también dialogan con el arte. En Alfa Crux, en El Cepillo, los platos de Holloway conviven con obras de artistas cuyanos. En Casa Agostino, en Maipú, la propuesta gastronómica se enmarca en una casona patrimonial donde el arte y el vino comparten escena. El resultado: experiencias que no solo alimentan el cuerpo, sino también la emoción.
🌱 En estos paisajes, cada estación trae su impronta. Cocinar con productos de temporada, sin apurar procesos ni disfrazar ingredientes, permite que los sabores digan la verdad. “No perseguimos impresionar con ingredientes exóticos, sino emocionar con un sabor que conecte con algo familiar, aunque no lo puedas explicar del todo”, sostienen los protagonistas.