Tras 40 años, la nutria gigante vuelve a nadar libre en Argentina

Con una familia liberada en los Esteros del Iberá, la especie considerada extinta en el país inicia un regreso histórico. Se trata de la primera reintroducción de un mamífero desaparecido en Argentina y posiciona al proyecto como un hito global en restauración ecológica.


🌿 Una reaparición esperada durante cuatro décadas

Después de casi 40 años sin registros confirmados, la nutria gigante (Pteronura brasiliensis) volvió a habitar los cursos de agua del noreste argentino. El pasado 30 de junio, una familia conformada por dos adultos —Nima y Coco— y sus crías —Pirú y Kyra— fue liberada en la Laguna Paraná, en el corazón del Gran Parque Iberá, provincia de Corrientes.

No es solo una reintroducción: es una restauración ecológica sin precedentes. Como explicó Sebastián Di Martino, de Rewilding Argentina, este carnívoro es el principal depredador acuático de los humedales sudamericanos, y su retorno promete mejorar el equilibrio y la salud de los ecosistemas hídricos que lo reciban.


🦦 ¿Quién es este “lobo de río”?

Conocida también como lobo gargantilla, ariraí o lobo grande de río, la nutria gigante es el mayor mamífero acuático de Sudamérica. Llega a medir hasta 1,8 metros de largo (casi un metro de cola) y puede pesar más de 30 kilos.

Se trata de un animal diurno, sociable, territorial y sumamente vocal, que vive en grupos familiares monógamos. Su dieta se basa casi exclusivamente en peces grandes, aunque puede alimentarse de serpientes o incluso yacarés juveniles. Su pelaje marrón oscuro y la mancha clara en la garganta, única en cada ejemplar, permite su identificación visual.


🔬 Cómo se hizo posible el regreso

La idea de reintroducir esta especie comenzó a gestarse en 2006 y se convirtió en proyecto formal en 2017, pero enfrentaba un problema mayor: la nutria gigante estaba extinta en Argentina. No había ni ejemplares silvestres ni en cautiverio en el país.

La solución llegó con ayuda internacional: zoológicos de Hungría, Francia, Dinamarca, Alemania, Suecia y España enviaron ejemplares que permitieron conformar nuevas parejas. Así nació el primer grupo familiar liberado en Iberá, tras una larga adaptación.

El proceso incluyó:

  • Recintos de presuelta adaptados
  • Alimentación con peces vivos
  • Monitoreo con arneses especiales
  • Estudios de ADN ambiental con apoyo del Instituto Tecnológico de Zúrich
  • Protocolos sanitarios y seguimiento veterinario permanente

🧬 Una especie clave, un ecosistema en reconstrucción

¿Por qué tanto esfuerzo por una sola especie? Porque la nutria gigante no es un animal más: es una especie clave, un regulador natural de las poblaciones de peces, un arquitecto de madrigueras y un termómetro de la salud ambiental.

Como detalló Guillermo Díaz Cornejo, de Parques Nacionales:

“Es la primera vez en el mundo que se reintroduce una especie de mamífero extinto a nivel nacional. Esto nos ubica a la vanguardia de la restauración de ecosistemas”.


📜 Cazadores, tráfico de pieles y desaparición

La nutria gigante fue exterminada en gran parte de su territorio entre los siglos XIX y XX por la caza intensiva, la destrucción de hábitats y el comercio de pieles. La última familia fue observada en Argentina en 1986. Desde entonces, solo se registraron avistamientos aislados.

Uno de los más recordados ocurrió en 2021, cuando una cámara captó a un macho —bautizado Teuco— en el Parque Nacional El Impenetrable. Se cree que nadó más de 1.000 km desde el Pantanal paraguayo.


🌎 ¿Qué implica esta reintroducción para el futuro?

El regreso de la nutria gigante no es solo un triunfo para la fauna local, es una reconexión con la biodiversidad sudamericana. La especie aún sobrevive en regiones de Brasil, Perú y Colombia, pero su fragmentación poblacional pone en riesgo su permanencia.

Reintroducirla en Iberá abre la puerta a restaurar corredores ecológicos clave entre Argentina, Paraguay y Brasil, fomentando la conectividad genética y ecológica en uno de los sistemas acuáticos más ricos del continente.

“Cuando una especie clave regresa, los ecosistemas empiezan a sanar”, concluye Sebastián Di Martino. “Y lo que fue perdido, puede renacer”.