La generación que ya nació cansada

Cada vez más jóvenes se sienten agotados, incluso después de dormir ocho horas. No tienen enfermedades, pero viven con fatiga constante. Y no, no es por falta de voluntad. Es un síntoma del estilo de vida acelerado, hiperconectado y mentalmente agotador que caracteriza al siglo XXI. Estamos frente a una generación que no solo lucha con el estrés, sino que nació en un mundo que no le permite descansar de verdad.

Hoy sabemos que no se trata solo de cuántas horas se duerme, sino de la calidad del sueño. Las pantallas antes de acostarse, el exceso de estímulos visuales, el ruido mental y la ansiedad por el futuro están alterando nuestros ciclos de descanso profundo.

Muchos jóvenes se despiertan con la sensación de no haber descansado nada, atrapados en una especie de fatiga crónica que se arrastra día tras día.

Burnout silencioso en edad temprana

El burnout, que antes se asociaba al entorno laboral adulto, ahora aparece en adolescentes y jóvenes universitarios. La presión constante por rendir, mostrarse activos en redes, estudiar, trabajar y “aprovechar el tiempo” está generando cuadros de agotamiento emocional, físico y mental.

Es una fatiga que no se ve, pero se siente en el cuerpo, en la motivación, en la concentración y hasta en la forma de vincularse con los demás.

La tecnología trajo beneficios, pero también eliminó las pausas naturales del día. Ya no hay momentos de aburrimiento ni espacios sin estímulos: en la fila del banco, en el baño, antes de dormir, todo es una excusa para scrollear.

Esta sobreestimulación constante tiene un precio: el sistema nervioso no encuentra momentos reales para resetearse.

Estudios recientes revelan que más del 60% de los jóvenes entre 18 y 30 años experimentan fatiga constante, aunque duerman lo suficiente o no tengan condiciones médicas diagnosticadas. También aumenta el consumo de cafeína, energizantes y hasta ansiolíticos para poder seguir el ritmo.

El cuerpo, claramente, está pasando factura.