El concepto de familia ya no entra en un único molde. Hoy conviven modelos diversos: familias ensambladas, monoparentales, sin hijos, con vínculos elegidos o incluso familias digitales, unidas más por intereses y afecto que por sangre.
La sociedad ya no se rige por una única narrativa: casarse joven, tener hijos y formar una familia tradicional. Hoy muchas personas eligen otro tipo de vínculos, basados en el respeto, la diversidad y la flexibilidad emocional. La tecnología también facilita la crianza compartida a distancia o el contacto diario con seres queridos lejanos.
La libertad de elegir con quién formar una familia abre espacio a vínculos más auténticos, pero también más frágiles. Por eso, la comunicación emocional y la responsabilidad afectiva se vuelven ejes centrales.
En tiempos de transformación, el amor también cambia de forma. La familia del siglo XXI puede no parecerse a la de antes, pero sigue cumpliendo su función más vital: cuidar, acompañar, sostener.