Memes vs. sketches: cómo cambió el humor político en Argentina

Hace apenas una década, el humor político en Argentina tenía un formato predominante: los sketches televisivos. Programas como ShowMatch, bajo la conducción de Marcelo Tinelli, marcaron un antes y un después con segmentos como “Gran Cuñado” o imitaciones de figuras públicas que desfilaban por la pantalla en cortos humorísticos.

Estos sketches tenían guiones elaborados, actores profesionales y una producción que mezclaba sátira, exageración y crítica social. Era el humor de “los que saben”, el que llegaba a las casas por la TV y que a muchos les servía para aliviar tensiones políticas o confirmar opiniones.

Pero con la explosión de las redes sociales y plataformas como Twitter, Facebook, Instagram y TikTok, la dinámica cambió radicalmente. Ahora, el humor político está en manos de todos: memes, gifs, videos cortos y audios editados circulan sin filtros ni permisos. El meme viral puede nacer en un grupo de WhatsApp y en horas llegar a millones, con un poder de alcance inimaginable para el formato tradicional.

Este fenómeno democratizó la sátira política, pero también la fragmentó y la aceleró. Los usuarios pueden crear contenido instantáneo, pero sin la necesidad de una producción o un análisis profundo. La velocidad y el volumen de contenido cambian la manera en que se construye la opinión pública.

María F., comunicadora especializada en redes, explica: “Antes, el humor político era un evento semanal o diario con cierto cuidado. Hoy, es un flujo constante y fragmentado, con impacto inmediato, pero también con riesgos: puede reforzar prejuicios, desinformar o trivializar debates.”

Además, el humor digital permite un activismo rápido y creativo: durante protestas o crisis, los memes se convierten en banderas visuales de la indignación o la esperanza. Sin embargo, también pueden ser armas de polarización y desinformación.

El humor político tradicional y el digital conviven, pero representan dos formas muy distintas de relacionarnos con la política. Mientras uno era espectáculo para observar, el otro es participación inmediata y horizontal.