Lionel Scaloni enfrenta uno de esos partidos que parecen fáciles en los papeles —Argentina ya está clasificada al Mundial, Chile está al borde del abismo— pero que, en la práctica, son como caminar con una venda por una cuerda floja. Y peor aún: con una pierna dormida y una banda entera de titulares en casa.
Porque este jueves, cuando la Selección Argentina visite a Chile en Santiago por las Eliminatorias rumbo a 2026, el técnico campeón del mundo no podrá contar con una cantidad preocupante de piezas clave. Más de medio equipo titular está fuera. Y no por gusto.
Un parte médico con sabor a sudor
Las bajas no vienen solas. Se acumulan, como si hubiesen coordinado por WhatsApp para complicarle la semana a Scaloni:
- Otamendi, Paredes y Enzo Fernández: suspendidos. Uno por acumulación, otro por tarjetas, otro por la furia del reglamento.
- Alexis Mac Allister: lesión.
- Nico González: doble fecha de sanción por una patada desafortunada a Nández, que le costó más caro de lo previsto.
- Giovani Lo Celso: en duda, con molestias musculares que lo tienen en suspenso.
Y mientras el mediocampo parece haberse disuelto como aspirina en agua caliente, en el ataque Lautaro Martínez se suma tarde tras disputar la final de Champions con el Inter. ¿Condiciones? A confirmar. ¿Titularidad? Depende de cómo llegue su físico… y su alma.
¿Quién entra cuando salen todos?
Scaloni no es de inventar por deporte, pero esta vez podría verse obligado a experimentar. En defensa, Cristian Romero será el bastión, pero su pareja es un interrogante entre Balerdi o Facundo Medina. Ambos ofrecen garantías parciales, ninguno tiene la espalda de Otamendi. En los laterales, Molina y Tagliafico siguen firmes.
En el mediocampo, los sobrevivientes son Rodrigo De Paul —el eterno corredor de alma— y Exequiel Palacios, que con perfil bajo se ha ganado confianza. ¿Quién los acompaña? Giuliano Simeone aparece como comodín, aunque su perfil ofensivo exigiría un doble esfuerzo táctico.
Arriba, la certeza tiene nombre y 10 en la espalda: Lionel Messi. Con él en cancha, la estructura puede tambalear pero rara vez se cae. A su lado, Julián Álvarez es polivalente: puede ser punta, mediapunta o tercer pulmón. Si Lautaro está bien, completaría un tridente de lujo, aunque sin anclaje fijo.
El problema no es el rival, es la inercia
Chile llega al partido último en la tabla, empatado con Perú. Necesita ganar. Desesperadamente. Y cuando un equipo juega con la soga al cuello, cualquier error se paga con sangre. Scaloni lo sabe: un equipo improvisado puede ganar con talento… o tropezar con su propia falta de memoria.
Lo que está en juego ya no es un boleto al Mundial —Argentina lo tiene asegurado—, sino la construcción del recambio, la consolidación del estilo y la gestión de una plantilla sin Messi-dependencia (por si algún día el milagro decide retirarse).
¿Y si esto es una bendición disfrazada?
En medio del caos de ausencias, hay una oportunidad: dar minutos a los que necesitan mostrarse, integrar a los Giuliano, a los Medina, a los que quizás estén en la foto del próximo Mundial, pero aún están desenfocados. Scaloni, que ha demostrado saber navegar tormentas sin perder el timón, tendrá que rediseñar sobre la marcha y con presión ambiental.
El equipo se entrena este martes en Ezeiza. De ahí saldrán las respuestas. O al menos, un 11 con equilibrio y actitud.
Porque si hay algo que este cuerpo técnico ha demostrado, es que puede sobrevivir sin plan A… siempre y cuando el plan B se ejecute con hambre y mística.