La moda de estar solo

Un viernes a la noche ya no significa boliche ni grupal. Puede ser una copa de vino en soledad, una peli vieja, una playlist melancólica o simplemente silencio. La escena se repite en TikTok, donde miles de personas suben videos mostrando cómo pasan tiempo a solas, con estética cuidada y frases como “me convertí en mi propia mejor compañía”.

Pero este fenómeno no es solo contenido. Es un cambio. Cada vez más jóvenes eligen estar solos, no por obligación, sino como decisión consciente. Viajan solos. Van a cenar solos. Prefieren una caminata sin auriculares a una reunión con conocidos. Eligen el aislamiento suave por sobre la hiperconexión constante.

En parte, es una respuesta. Venimos de una época de ruido digital, de stories sin pausa, de grupitos de WhatsApp que no paran. Y en ese contexto, la soledad se volvió refugio. Una forma de bajar el volumen. De escucharse.

Pero no todo es tan simple. Porque la soledad que se ve en redes es filtrada, prolija, estética. Hay velas encendidas, cafés espumosos, anotadores con letra cursiva. ¿Y si hay una trampa ahí? ¿Qué pasa con la parte menos linda de estar solo? La que no subimos. La que a veces pesa.

Sofía, 25 años, lo resume así en un hilo que se volvió viral: “Estar sola me hizo bien. Aprendí a conocerme. Pero también hubo noches donde me hubiera encantado que alguien me diga: ‘¿Querés que vayamos a tomar algo?’. Nadie lo hizo”.

¿Entonces es bueno estar solo? Sí. Si es una elección. Si es un proceso que no viene desde el miedo, sino desde la libertad. La soledad puede sanar, ordenar, reconstruir. Pero también puede volverse una jaula cómoda, si no sabemos salir.

Como todo en esta era, la clave está en el equilibrio. Saber disfrutar de una noche de series solo, sin sentir culpa. Pero también animarse a llamar a alguien cuando la cabeza grita. Estar con uno mismo no debería ser una pose, sino una práctica. Real, humana, imperfecta.