¿Y si lastimo a alguien? ¿Y si grito en medio del silencio? ¿Y si pierdo el control? Los pensamientos intrusivos no se anuncian, no piden permiso y no significan lo que creemos. Pero cuando aparecen, nos pueden hacer sentir como si algo en nosotros estuviera roto. ¿Por qué nos pasa y cómo podemos mirarlo sin miedo?
Hay ideas que llegan sin invitación. No las planeamos, no las queremos, a veces ni siquiera nos representan. Pero ahí están: aparecen de pronto y se quedan, como una voz que no reconocemos pero suena dentro nuestro. Son los pensamientos intrusivos, y aunque la mayoría los tiene, pocos se animan a hablar de ellos.
Un pensamiento intrusivo puede ser una imagen, una frase, un impulso o un miedo irracional. Puede tener que ver con la violencia, el sexo, la muerte o la culpa. No es una decisión, no es una intención. Es como si el cerebro, en un rincón extraño de sí mismo, hiciera zapping por los canales más oscuros, aunque no quisiéramos verlos.
Lo primero que hay que saber es que tener pensamientos intrusivos no significa que vayas a hacer lo que pensás. No define tu carácter, ni tu moral, ni tus ganas reales. De hecho, muchas veces aparece justo lo contrario a lo que más valorás: si amás a tu familia, el pensamiento será perderla. Si valorás el control, imaginarás perderlo. Es como si tu mente estuviera jugando un juego cruel de “¿y si…?”. Y lo hace, curiosamente, por protección.
En palabras simples: los pensamientos intrusivos son la versión desordenada del miedo. Una especie de alarma mal calibrada que se prende cuando no debería. Y como toda alarma insistente, nos hace dudar: ¿y si esto significa algo de mí? ¿Y si estoy perdiendo la cabeza?
La respuesta es no. O, mejor dicho, es mucho más común de lo que pensás. Las personas que más se angustian por sus pensamientos intrusivos, en general, son las que menos probabilidad tienen de actuar en base a ellos. La angustia aparece porque justamente no quieren que eso sea real. Y esa diferencia lo cambia todo.
Lo primero que necesitamos saber —y repetirnos— es esto: tener pensamientos intrusivos es completamente normal. A todos nos pasa, en mayor o menor medida. Lo que cambia es cuánto nos asustan o cuánto poder les damos. La diferencia entre quien los sufre en silencio y quien los deja pasar está más en la reacción que en el contenido del pensamiento.
¿Intrusivo o negativo? No es lo mismo un pensamiento negativo que un pensamiento intrusivo.
El pensamiento negativo es consciente, está vinculado a una emoción puntual (tristeza, frustración, bronca) y muchas veces se alimenta de nuestras creencias (“no sirvo”, “todo me sale mal”). Es molesto, pero reconocible.
En cambio, el pensamiento intrusivo es inesperado, ajeno, descolocado. No tiene lógica, aparece incluso cuando todo está bien, y por eso genera tanta angustia. No responde a una emoción directa, sino al funcionamiento de la mente cuando intenta “chequear peligros” aunque no los haya.
Tips para soltar lo que no elegimos pensar
🔹 Reconocé que es un pensamiento intrusivo: No es tu deseo, no sos vos. Es tu mente haciendo ruido. Y eso no te define.
🔹 No lo pelees, no lo sigas: Como una nube que pasa. Cuanto más lo querés sacar, más vuelve. Dejalo estar, que se disuelva solo.
🔹 Hablalo con alguien de confianza o un profesional: Nombrarlo en voz alta es el primer paso para perderle el miedo.
🔹 Anclate en el presente con una acción simple: Tomar agua, mover el cuerpo, escribir lo que sentís. Volvé a la realidad física.
🔹 No te culpes por pensar algo que no querías pensar. No lo elegiste. Pero podés elegir qué hacer después.
🎧 Podcast recomendado: “Psicología al Desnudo” – Episodio T1 E67: Pensamientos Intrusivos al Descubierto
En este episodio, la psicóloga argentina Marina Mammoliti (@psi.mammoliti) aborda de manera clara y empática qué son los pensamientos intrusivos, por qué aparecen y cómo gestionarlos. Explora cómo estos pensamientos pueden surgir de forma inesperada y generar angustia, y ofrece herramientas prácticas para enfrentarlos sin miedo ni culpa. Además, destaca la importancia de normalizar estas experiencias y buscar apoyo profesional cuando sea necesario.
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