Chatgpt se imagina a sí mismo como un hombre blanco con anteojos

¿Cómo se ve a sí misma una inteligencia artificial? Según pruebas recientes, el modelo de imágenes de OpenAI responde con una figura sorprendentemente específica: un varón blanco de pelo castaño, con gafas, que parece salido de Silicon Valley.

Cuando se le pide al nuevo modelo GPT-4o de OpenAI que genere una imagen de sí mismo como humano, el resultado es casi siempre el mismo: un hombre blanco, sonriente, de cabello castaño y gafas. El detalle fue advertido por el investigador Daniel Paleka y encendió una conversación sobre sesgos en los sistemas de inteligencia artificial.

Paleka realizó múltiples pruebas pidiéndole a ChatGPT versiones de sí mismo en estilos diferentes —manga, cómic, tarot— y si bien el estilo gráfico cambiaba, el personaje base se mantenía constante: un hombre genérico que podría confundirse con cualquier programador del Área de la Bahía.

Este patrón abrió la puerta a distintas interpretaciones. ¿Por qué una IA que, en teoría, no tiene autoconciencia, tiende a autorrepresentarse así? Paleka sugiere varias posibilidades: podría ser una decisión deliberada de OpenAI, una especie de broma interna o, quizás, una propiedad emergente de los datos con los que fue entrenado el sistema.

La elección no es menor. Modelos como ChatGPT reflejan no solo lo que sus usuarios piden, sino también los sesgos —culturales, raciales y de género— con los que fueron entrenados. Y la representación de lo “humano por defecto” como un hombre blanco no es nueva en la tecnología: ya ha sido ampliamente documentada en sistemas de reconocimiento facial y algoritmos predictivos.

De hecho, al pedirle una imagen sin especificar género o raza, ChatGPT genera siempre la misma figura masculina. Pero si se le solicita verse como mujer, entonces el modelo responde con una nueva representación. Es decir, lo masculino se presenta como neutro, y lo femenino como una opción adicional.

Aunque al consultarle directamente ChatGPT ofrece respuestas más abstractas —”una entidad hecha de datos, un flujo de información constante”— lo que produce visualmente dice mucho más sobre cómo funciona (y con qué datos fue alimentado) que sobre cómo se concibe a sí mismo.

En definitiva, como toda tecnología, la inteligencia artificial también tiene una cara. Y esa cara, al menos por ahora, es blanca, con anteojos y barba prolija.