Just Stop Oil pone fin a sus protestas radicales, pero la represión continúa

La organización ambientalista británica abandona su estrategia de impacto tras la prohibición de nuevas prospecciones de petróleo y gas en el Reino Unido. Just Stop Oil, el grupo activista que generó controversia con sus ataques a obras de arte y bloqueos en calles, ha anunciado el fin de su campaña de desobediencia civil a partir de abril.

La organización atribuye su éxito a la reciente prohibición del gobierno laborista británico de nuevas prospecciones de gas y petróleo en el Mar del Norte, una medida que consideran un triunfo de su lucha. “Nuestra campaña de resistencia civil se ha convertido en una de las más exitosas de la historia reciente”, asegura el comunicado oficial del movimiento, en el que destacan que su exigencia inicial de detener la expansión de la industria fósil es ahora una política gubernamental.

Sin embargo, el debate sobre el impacto de sus acciones sigue abierto. Sus protestas, que incluyeron el ataque con sopa de tomate al cuadro Los Girasoles* de Van Gogh en 2022 y el bloqueo de la autopista M25 en Londres, generaron indignación en la ciudadanía. Según una encuesta de YouGov, el 89% de los británicos consideraban inaceptable este tipo de actos, aunque muchos también cuestionaban la dureza de las penas impuestas a los activistas.

Phoebe Plummer y Anna Holland, quienes lanzaron sopa de tomate sobre la obra de Van Gogh, fueron condenadas a prisión, mientras que Roger Hallam, fundador del movimiento, recibió una pena de cinco años tras organizar bloqueos en carreteras. A pesar de su retirada de las acciones más disruptivas, Just Stop Oil denuncia que la persecución judicial contra los activistas continúa. “Se acabaron las sopas contra Van Gogh y la harina contra Stonehenge, pero no han terminado los juicios, la vigilancia y las condenas a prisión”, lamenta la organización.

Desde 2019, más de 7.000 activistas han sido arrestados en el Reino Unido, una cifra que evidencia la escalada represiva impulsada por leyes conservadoras que endurecieron las penas para este tipo de protestas. El movimiento ambientalista se retira del frente de batalla más mediático, pero deja en el aire una pregunta clave: ¿ha valido la pena su estrategia radical o ha terminado perjudicando a su propia a su propia causa?