🕯️ Hace 50 años, un trágico y macabro suceso sacudió la celebración de Halloween en Estados Unidos y dejó una marca indeleble en la tradición del “dulce o truco”. El 31 de octubre de 1974, Ronald Clark O’Bryan, un diácono de iglesia de Texas, envenenó a su hijo de ocho años, Timothy, con caramelos contaminados con cianuro, en un intento por cobrar el seguro de vida de sus hijos.
🌧️ A pesar de la lluvia persistente que azotaba la región de Houston, O’Bryan llevó a sus hijos a recoger dulces esa noche de Halloween. Tras regresar a casa, permitió que Timothy eligiera un dulce, y el niño optó por un Pixy Stix, cuyo sabor describió como amargo. Minutos después, comenzó a quejarse de un fuerte dolor de estómago, y tras convulsiones, falleció en menos de una hora.
💰 El motivo detrás del horror: Durante el juicio, se reveló que O’Bryan había contratado un seguro de vida por 31,000 dólares para sus hijos. El fiscal del condado de Harris lo describió como un hombre que “usó a su hijo y lo sacrificó en el altar de la avaricia”. A pesar de que O’Bryan afirmó que los dulces envenenados fueron entregados por un desconocido durante su recorrido de Halloween, su versión estaba llena de inconsistencias. El jurado no tardó en encontrarlo culpable, y en 1975 fue condenado a pena de muerte.
🍬 El hombre que mató Halloween: El crimen de O’Bryan avivó una leyenda urbana que ya existía sobre dulces envenenados, instalando un miedo que aún persiste entre los padres y niños en Halloween. Su caso fue conocido con los sobrenombres de “El hombre que mató Halloween” y “El asesino de los dulces”.
⚖️ A pesar de que hasta su ejecución en 1984 mantuvo su inocencia, el legado de su crimen es un recordatorio sombrío de que lo que alguna vez fue una inocente tradición, se tiñó de temor y desconfianza para las generaciones futuras en Estados Unidos.
🎃 Curiosidad: Aunque el caso de O’Bryan es el más infame, los expertos han señalado que los casos documentados de dulces contaminados en Halloween son extremadamente raros. La paranoia que surgió en torno a esta tradición fue alimentada en gran parte por leyendas urbanas más que por hechos comprobados.