La silenciosa guerra de China y Rusia en el Ártico

El Ártico, una vasta región fría y desolada en el extremo norte del planeta, se ha convertido en un escenario clave de disputa geopolítica. Lo que antes era una zona remota e inhóspita, hoy se presenta como un área estratégica debido a sus recursos naturales y nuevas rutas marítimas accesibles por el deshielo que provoca el cambio climático. Ahora, grandes potencias como China y Rusia están involucradas en una guerra silenciosa por el control de esta región crucial.

El archipiélago de Svalbard, una porción de territorio noruego que es dos veces más grande que Bélgica, se ha convertido en el centro de esta disputa. Aunque su soberanía está garantizada por el Tratado de Svalbard de 1920, la creciente presencia de China y Rusia ha despertado tensiones. Estos dos países, aliados en el desarrollo de la Ruta del Mar del Norte, ven en esta región una puerta de entrada para expandir sus intereses económicos y estratégicos.

China, que se autodenominó “estado cercano al Ártico” en 2018, ha reforzado su influencia en la zona. A pesar de su distancia geográfica, estableció una estación científica en Ny-Ålesund, con el pretexto de estudiar el cambio climático. Sin embargo, no es un secreto que su presencia tiene motivaciones más amplias. Con boyas acústicas en el Mar del Norte y la movilización de rompehielos, entre ellos el Xue Long 2, el gigante asiático ha dejado clara su intención de ganar terreno en esta competencia geopolítica.

Por otro lado, Rusia, que tiene una extensa costa ártica, colabora estrechamente con China en la apertura de la Ruta del Mar del Norte, una vía comercial que podría desplazar al Canal de Suez y que refuerza su alianza. Desde 2023, la cooperación entre ambos países ha inquietado a Noruega y a otros actores internacionales. De hecho, Noruega bloqueó recientemente la venta de una propiedad en Svalbard a China, en un claro movimiento para frenar las ambiciones del gigante asiático.

Noruega, miembro de la OTAN, se encuentra en una posición complicada, protegiendo su soberanía mientras vigila la creciente militarización de la región. Aunque el Tratado de Svalbard prohíbe la presencia militar permanente, el incremento de la actividad “científica” y comercial de China y Rusia ha generado preocupación sobre sus verdaderas intenciones.

El Ártico, antes una región olvidada, se ha convertido en un tablero clave de la geopolítica global. En un contexto donde China busca compensar su retraso en el desarrollo de la inteligencia artificial frente a Estados Unidos, la región ártica emerge como un nuevo escenario de conflicto.

Curiosamente, Svalbard es el hogar de la Bóveda Global de Semillas, una instalación destinada a preservar la biodiversidad agrícola mundial en caso de catástrofes globales. Mientras las grandes potencias compiten por sus riquezas, este lugar ofrece una metáfora sobre la urgencia de proteger el futuro en medio de la carrera por el control de los recursos del Ártico.