El último censo realizado en Argentina reveló una tendencia preocupante: la disminución en la tasa de natalidad, que ha caído por debajo de los niveles de reemplazo. Hace dos décadas, se estimaba un promedio de 2,1 hijos por mujer; sin embargo, en el censo de 2022, este número descendió drásticamente a solo 1,4 hijos por mujer. Este cambio demográfico plantea desafíos significativos para el país, especialmente en lo que respecta a la estructura poblacional y económica.
Uno de los aspectos más llamativos es el alargamiento de la esperanza de vida, lo que significa que habrá más adultos mayores que niños en los próximos años. Esta inversión en la pirámide poblacional podría impactar en la economía y el sistema de seguridad social del país, ya que habrá menos personas en edad activa para sostener a los jubilados y a los jóvenes.
Las causas de esta baja en la natalidad son diversas y complejas. En primer lugar, se destaca el retraso en la edad de maternidad, con más mujeres optando por tener hijos en edades más avanzadas. Esto, combinado con la menor cantidad de hijos por mujer, contribuye a la disminución en la tasa de fecundidad. Además, factores económicos, sociales y culturales también influyen en esta tendencia, como el acceso a métodos anticonceptivos, la legalización del aborto y la dificultad para conciliar la maternidad con la carrera profesional.
Este fenómeno no solo tiene implicaciones demográficas, sino también económicas y sociales. Si no se revierte esta tendencia, Argentina podría enfrentarse a problemas de recambio generacional y un desequilibrio en su estructura poblacional. Es crucial que el gobierno implemente políticas que fomenten la natalidad y brinden apoyo a las familias que desean tener hijos.
Curiosidad: A medida que la natalidad disminuye, surgen debates sobre el impacto económico y social de esta tendencia. Algunos expertos advierten sobre la necesidad de incentivar la natalidad para garantizar el crecimiento y el desarrollo sostenible del país.