La historia de la primera mujer que conquistó el Everest

En un hito histórico el 16 de mayo de 1975, Junko Tabei, una figura aparentemente delicada, se convirtió en la primera mujer en alcanzar la cima del Everest, marcando un punto de inflexión en el mundo del alpinismo. Su trayectoria, marcada por la superación de prejuicios y desafíos, la llevó a conquistar no solo el Everest, sino también cumbres en todos los continentes.

Desde los inicios de su carrera, Tabei enfrentó la discriminación de género en el mundo del alpinismo japonés. En una época en la que el deporte estaba reservado exclusivamente para hombres, ella desafió las expectativas y se unió a un club de alpinismo, convirtiéndose en la primera mujer japonesa en lograrlo.

Su pasión por la escalada se remontaba a su infancia, cuando escaló el Monte Nasu y quedó fascinada por la vista desde la cima. A pesar de las críticas y burlas, perseveró y fundó su propio club de escalada exclusivamente femenino, el Joshi-Tohan Club, en 1969.

El camino hacia el Everest estuvo lleno de obstáculos, desde la negativa de las autoridades nepalesas hasta la falta de financiación. Sin embargo, en 1975, con el apoyo de la ONU en el Año Internacional de la Mujer y el respaldo de medios japoneses, Tabei y su equipo finalmente recibieron el permiso para intentar la hazaña.

Pero el destino les tenía preparado un desafío aún mayor. Durante el ascenso, una avalancha los golpeó, dejando a Tabei y varias compañeras enterradas bajo la nieve. A pesar del peligro y las lesiones, Tabei perseveró y, el 16 de mayo de 1975, alcanzó la cima del Everest, haciendo historia como la primera mujer en lograrlo.

“Poco después de la medianoche del 4 de mayo, cinco de nosotras estábamos durmiendo en una tienda de campaña en el campamento 2. Sin ninguna señal previa, fuimos golpeadas por una avalancha y enterradas bajo la nieve,” relató Tabei en una entrevista posterior. “Estaba enredada en la tienda y empujada debajo de mis compañeras del club. Comencé a sofocarme y pensé en cómo reportarían nuestro accidente. Entonces, de repente los sherpas que nos acompañaban nos rescataron. Fuimos muy afortunadas de que ninguno de nosotras resultase herida, pero aun así pasaron tres días hasta que pude caminar y moverme con normalidad.”

Su logro no se detuvo allí. En los años siguientes, Tabei escaló las montañas más altas de cada continente, combinando su pasión por la escalada con su compromiso con la preservación del medio ambiente. A través de su trabajo en el Himalayan Head Trust of Japan, se dedicó a proteger los entornos montañosos en todo el mundo.

Incluso enfrentando el cáncer, Tabei nunca dejó de desafiar sus límites, escalando las montañas más altas de 76 países antes de su fallecimiento en 2016. Su legado perdura, no solo en sus logros deportivos, sino también en su lucha contra la discriminación de género y su dedicación a la conservación del medio ambiente. Junko Tabei, una verdadera pionera que demostró que “cualquiera con dos pies que pueda caminar, puede escalar”.

En todos los continentes

Cuando llegó a la cumbre del Everest, Jukio Tabei tenía 35 años y estaba lejos de pensar que, con esa conquista, ya no le quedaba nada por intentar. Se propuso entonces escalar las montañas más altas de cada uno de los continentes.

Así llegó a la cima del Kilimanjaro, en África, en 1980; alcanzó la cumbre del Aconcagua, en América del Sur, en 1987; conquistó el Denalí, en Estados Unidos en 1988; subió al Elbrus, en el Cáucaso, en 1991; llegó a la cumbre del Vinson, en la Antártida, en 1991, y cerró la lista con el Puncak Jaya en Oceanía en 1992.

También escaló el Shisha Pangma, en el interior de la región del Tíbet, en 1981; la cima meridional del Jitchudrake, en Bután, en 1983; el Ismail Samoni, en Tayikistán, en 1985, y el Erebus, un volcán activo en la Antártida, en 1992.

Al mismo tiempo que recorría el mundo para conquistar las cumbres de sus montañas más elevadas, comenzó a ver con preocupación el surgimiento de un nuevo tipo de turismo que ponía en peligro el medioambiente de las regiones vírgenes de las alturas. Eso la motivó a volver a la Universidad en 2000, donde estudió y se licenció en Ciencias Ambientales. Luego de graduarse, se convirtió en la directora del Himalayan Head Trust of Japan, una organización que trabaja a nivel mundial para preservar los entornos de montaña.

Al mismo tiempo, seguía escalando. Cuando murió de cáncer, a los 77 años, el 20 de octubre de 2016, había ascendido a las 76 montañas más altas de 76 países.

Poco antes de morir, en una de las últimas entrevistas que dio, explicó el motor de su pasión por el alpinismo: “Amo las montañas. Me encanta ir a donde nunca he estado antes. Así que me estoy desafiando a mí mismo a escalar los picos más altos de todos los países del mundo. Ahora tengo 76 años, y he escalado los picos más altos de 76 países. Estoy sufriendo cáncer, pero me gustaría seguir mi camino y escalar montañas”, dijo.

Dejó también una autobiografía donde, además de sus éxitos deportivos repasa los obstáculos patriarcales que debió vencer para llegar tan alto. Allí se definió irónicamente como “un ama de casa que escala montañas”.