Buscó durante 20 años el Torino que era de su papá, lo encontró y el dueño no se lo quiere vender

El objetivo de Mauro Pisano es recuperar el auto que es parte de su historia familiar. En 2019 supo quién es el propietario actual, pero por ahora no pudo adquirirlo. “Para mí representa recuerdos únicos con mi viejo, así que no me voy a dar por vencido”, le cuenta a Infobae

Mauro Pisano tenía 6 años cuando su padre murió, luego de batallar contra el cáncer, y uno de los recuerdos que atesora es el día que subió a la parte trasera del Torino de su papá, para dar una vuelta por última vez, antes de concretar la venta. Fue pocos meses antes de perderlo, y en medio del duelo, creció con el sueño de recuperar lo que considera “una reliquia”, por el valor sentimental y la importancia que tuvo el auto en la industria automotriz nacional. Estudió ingeniería mecánica, y en 1997 hizo el primer intento de dar con el paradero del vehículo, pero no fue hasta 2019 que supo dónde estaba. Con la ayuda de Google Maps, identificó la casa del dueño actual, y se acercó para contarle su historia. “Fui hasta cinco veces por año a pedirle por favor que me lo venda, incluso le mostré los papeles para que comprobara que era de mi viejo, pero no me lo vendió”, cuenta en diálogo con Infobae.

La búsqueda siempre estuvo en su mente, y cuando era adolescente unió fuerzas con sus dos hermanos. “Tenía 17 años cuando los tres nos propusimos comprar un Torino como el que había tenido mi viejo, queríamos la misma coupé modelo 71, pero no la encontramos y lo más parecido que conseguimos fue una modelo 81, que por dentro es muy diferente al que tenía mi papá”, relata. El proceso de restauración del Torino ZX que compraron en el verano de 1997 implicó muchas horas de trabajo artesanal, paciencia, y lo encaró junto a uno de sus hermanos, que años más tarde falleció.

Hoy tiene 43, un hijo de un año y medio, y el anhelo de recuperar el Torino original que fue de su padre, sigue vigente. “Pasaron más de 20 años, y una tarde estaba buscando papeles en la casa de mi mamá para hacer un trámite, y encontré entre las cosas que eran de mi viejo un acta de choque redactada a mano del año 1977, que decía la patente, como en las chapas viejas, que tenían la C de capital y un número, y con ese dato me puse en contacto con un gestor que trabajaba dentro del Registro Provincial para ver si se podía localizar el auto”, explica.

Reencuentro y desilusión

El gestor le explicó que desde la muerte de su padre, en 1985, podía haber tenido varios dueños,haber sido vendido por partes para repuestos y que si ese el caso había muy pocas probabilidades de encontrarlo. “Un mes después me llamó y me dijo que el auto tenía una patente nueva, que figuraba como dueño una persona que lo compró en 1997 -el mismo año en que él adquirió un Torino junto a sus hermanos-; me dio una dirección y me dijo que rezara para que el tipo lo tuviera hasta ahora”, comenta. La ansiedad fue tal que en el horario de almuerzo de su trabajo le contó a sus compañeros, y se pusieron frente a la computadora para ver qué mostraba Google Maps al buscar la dirección.

“No lo podía creer, era la fachada de una casa y cuando hago zoom veo el Torino de mi viejo metido adentro del garaje, bien clarito en el patio de la propiedad”, remata. Al día siguiente fue a tocar el timbre y lo atendió un señor que le dijo que el auto no estaba a la venta. “Una persona grande, muy difícil de encarar, de pocas palabras, y le pedí que me diera un precio, pero no quería saber nada, y después fui de nuevo”, narra sobre lo que se volvió una tradición año tras año. “Incluso le ofrecí comprarle para él otro Torino, porque pensé que capaz no se quería desprender y quería otro, pero no, me dijo que él ni siquiera maneja, que el auto se lo compró a su papá, que ya falleció, y que por eso no lo quiere vender”, revela.

Se toma con humor la similitud del valor simbólico que tiene para ambos, y que ese sea el motivo por el que no se pueden poner de acuerdo, pero también aclara que va a seguir insistiendo. “Me contó que se lo fueron a comprar varias veces, pero que lo querían para desarmarlo, y no no quiere que termine todo desarmado; traté de explicarle que yo jamás lo vendería en partes, si justamente lo que a mí me importa es que el auto está todo armado, no tiene faltantes, está tal como lo tenía mi viejo, y si bien está arrumbado desde 1999, sin las llantas, y hay que hacerle un montón de trabajo, yo lo volvería hacer, así como hice a los 17″, asegura.

Primero le demostró que se acordaba de detalles que comprobaban que ese auto fue de su padre, y le indicó que anteriormente tenía techo vinílico, además de notar cambios que le hicieron. “Me decía: ‘¿Y usted cómo sabe todo eso?’, y ahí le conté lo que representa para mí ese Torino, toda mi niñez, y los destellos de recuerdos que tengo con mi papá, cuando me subía al lado de él y jugábamos, cuando me hacía tocar bocina, todos esos momentos”, explica. Aún así, el hombre no accedió a la venta.

En una de sus últimas visitas fue acompañado de un amigo que tiene un taller de restauración de autos, y le llevó también los papeles originales. “Le mostré cuando mi papá lo sacó de fábrica, donde figura el nombre de mi padre, Antonio, como primer dueño, y el año que lo vendió en un histórico de dominio, dos meses antes que él falleciera, porque se enfermó de cáncer y para no dejarle pendiente el trámite a mi mamá, se ocupó de venderlo estando en sus últimas”, rememora.

Su papá fue albañil toda su vida, su madre profesora de historia, y formaron su familia en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. “Él era fanático de la Fórmula 1, de Ferrari y de las carreras, y creo que a mí eso me marcó mucho, porque lo tuve presente toda la vida”, confiesa. La pronta partida de su papá afectó mucho a su mamá, que de pronto tuvo que volver a empezar junto a sus tres hijos chiquitos, de 4, 5, y 6 años. “No solo pasó por eso, sino que hace 10 años perdimos a mi hermano, que murió muy joven, y eso la derrumbó”, expresa con tristeza.

Aunque no llegó a contarle todo eso al dueño actual del Torino, trató de explicarle cada vez que fue cuánto anhela recuperar ese auto. “Hace casi un año que no voy, y una vez me dijo: ‘Tranquilo que cuando yo me decida a venderlo, te voy a llamar a vos’, pero nunca pasó, y lastimosamente sé que no me lo quiere vender porque le recuerda a su papá, exactamente igual que a mí”, se lamenta. Mientras tanto, se refugia en el que reacondicionó hace 26 años, que si bien no evoca los momentos de su infancia que no quiere olvidar, también resume gran parte de su vida.

Fuente: Infobae