13 de julio: Día Internacional del TDAH

El desafío de distinguir entre una infancia activa y un trastorno del neurodesarrollo
Cada 13 de julio se conmemora el Día Internacional del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), una fecha establecida para visibilizar esta condición del neurodesarrollo, promover la comprensión social y fortalecer el apoyo a quienes la viven. ¿Cuándo se trata de un temperamento inquieto y cuándo de un trastorno? Especialistas responden y aportan herramientas para repensar los diagnósticos.

En la infancia, uno de los mayores desafíos para familias y docentes es distinguir entre una dificultad para permanecer quietos propia de la etapa y síntomas que pueden requerir evaluación clínica. La clave, según expertos, está en el impacto que estas conductas generan en la vida del niño y su entorno.

El TDAH está definido como un patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere significativamente con el desarrollo o el funcionamiento cotidiano. Para ser diagnosticado, los síntomas deben manifestarse antes de los 12 años, en al menos dos contextos (hogar, escuela, etc.), y no explicarse mejor por otro cuadro clínico.

El médico psiquiatra infanto juvenil Christian Plebst subrayó que no toda conducta inquieta implica un trastorno: “Una cosa es considerar un diagnóstico y otra muy diferente es que el niño presente conductas desadaptativas para el entorno”. Para él, el diagnóstico debe ser una herramienta de prevención y no una etiqueta que condicione.

¿Inquieto o con TDAH?

El médico Andrés Luccisano, del Hospital Italiano, remarcó que la diferencia radica en la persistencia y el grado de interferencia en la vida cotidiana. Mientras que un niño muy activo puede adaptarse a los contextos, el TDAH suele generar dificultades constantes en la autorregulación, el cumplimiento de normas y la autoestima.

Entre los síntomas de inatención se destacan la dificultad para sostener la atención, la pérdida frecuente de objetos, la evitación de tareas que exigen esfuerzo mental y el olvido constante de actividades. Por el lado de la hiperactividad, los signos más visibles son el movimiento constante, la impulsividad para hablar o actuar, la imposibilidad de esperar turnos y la intrusión en actividades ajenas.

El entorno: una variable clave

Plebst alertó sobre la necesidad de no aislar al diagnóstico del entorno en el que crece el niño. “Ser inquieto en la selva puede ser una virtud, pero en el aula puede volverse un problema”, ejemplificó. Según el psiquiatra, el contexto puede moderar o amplificar los rasgos naturales del temperamento.

En esa línea, destacó que muchas veces se diagnostica con demasiada rapidez, sin considerar los múltiples factores involucrados en la crianza y el desarrollo. “La etiqueta se transformó en identidad”, advirtió.

El diagnóstico y el abordaje

El diagnóstico del TDAH es clínico, se basa en entrevistas, observaciones y escalas validadas. No hay una prueba única que lo determine. Luccisano señaló que el tratamiento debe ser personalizado e interdisciplinario, incluyendo apoyo psicológico, ajustes escolares y en algunos casos, medicación.

Plebst, por su parte, defendió un enfoque que priorice la conciencia y la autorregulación. Enseñar al niño a detectar cuándo se distrae y darle herramientas para reconectarse con el presente —como técnicas de respiración o escaneo corporal— puede marcar la diferencia.

¿Cuándo consultar?

Los especialistas recomiendan buscar orientación cuando la conducta del niño interfiere de forma persistente en su desarrollo o genera malestar significativo. También si desde la escuela o el entorno cercano se observan patrones sostenidos de dificultad en la atención, el aprendizaje o el comportamiento.

El rol del juego y la vida cotidiana

El cuerpo regula la atención”, afirmó Plebst, quien propuso repensar el lugar del movimiento, el juego y las tareas con sentido en la infancia. Actividades como poner la mesa, colaborar en casa o participar de espacios con contacto con la naturaleza pueden ser aliados poderosos para el desarrollo de la autorregulación.

Más allá del diagnóstico

Tanto Plebst como Luccisano coinciden en que el TDAH no define ni encasilla. Un entorno comprensivo, un diagnóstico responsable y un acompañamiento ajustado a cada realidad permiten que cada niño —con sus fortalezas, inquietudes y singularidades— pueda crecer sin ser reducido a una etiqueta clínica.