
Grant Achatz, el extraño y exitoso chef que no le siente el gusto a la comida
Manejaba el restaurant más exitoso de Estados Unidos cuando una enfermedad le arrebató el sentido del gusto.
Justo en esa época le diagnosticaron un cáncer de lengua muy avanzado. Su vida peligraba. “Los médicos me dijeron que tenían que extirpar tres cuartas partes de mi lengua y mi mandíbula izquierda”, cuenta en la serie. Se negó a la operación, y optó por un tratamiento con radio y quimioterapia, tan agresivo que le hizo perder la capacidad de percibir sabores.
“¿Quién hubiera pensado que un chef reconocido mundialmente de pronto se quedaría sin el sentido del gusto? La ironía era insostenible”, recuerda Achatz, quien sin embargo no se alejó jamás de la cocina, sino que empezó a crear platos a ciegas, apoyándose en su memoria sensorial.
El restaurant no perdió un solo cliente. Fascinada con su historia, la prensa internacional lo apodó “el chef que no podía probar”.
“Perder el sentido del gusto me convirtió en un mejor chef”, afirma Grant, que con el tiempo recuperó esa facultad. “Creo que ahora mi comida es mucho mejor: más conceptual y creativa”, Este año, Alinea escaló al puesto N° 21 del ránking de los 50 Mejores del Mundo, mérito que se suma a las tres estrellas Michelin que ostenta. Y yo no sé si aplaudir más a esta fabulosa parábola sobre la resiliencia o al acierto de Chef’s Table de contarla.
¿Otros capítulos imperdibles? El de Jeong Kwan, una monja budista que cocina en un templo coreano, el del pastelero Jordi Roca –un Willy Wonka de la vida real– y el del hiperactivo chef italiano Massimo Bottura, que relata su gran historia de amor.